viernes, 9 de enero de 2015

"El rincón del diablo"

"E1 convento de Santa María de Gracia abarcaba por el oriente hasta el río San Juan de Dios (hoy Calzada Independencia), por el norte hasta la calle Juan Manuel, por el poniente hasta Belén y por el sur hasta cruzar por Hidalgo, en una de sus largas paredes, chocaba un angosto callejón tétrico y obscuro, llamado del "Ahorcado", se le conocía por ese nombre por que ahí se colgó a un adúltero de apellido Lemus. En la época virreinal este callejón era visto con horror por todos los habitantes de Guadalajara. Al tiempo se le comenzó a llamar como "Rincón del Diablo" por un suceso muy comentado que pasó ahí, el señor José T. Laris nos cuenta que: "En postrimerías del gobierno de la Real Audiencia en Guadalajara fue indispensable construir en la huerta del Convento de Dominicas, ya mencionado, un departamento precisamente frente a lo que después se llamó "Rincón del Diablo"
Una pequeña ventana, en forma de aspillera, se abrió en la pared que cerraba el callejón del "Ahorcado" y bajo de ella quedaba la cama de la maestra de novicias, porque precisamente el departamento que se había hecho era para el noviciado. 
Una pequeña ventana, en forma de aspillera, se abrió en la pared que cerraba el callejón del "Ahorcado" y bajo de ella quedaba la cama de la maestra de novicias, porque precisamente el departamento que se había hecho era para el noviciado. 

En una noche, en que ni la luna se atrevía a atisbar por aquellos tétricos sitios, se despertó alarmada la religiosa encargada de las novicias a causa de los gritos y blasfemias que se escapaban de aquel antro de tinieblas. Como en ese momento la esquilita capuchina tocaba a maitines, a las doce de la noche, la maestra del noviciado no pudo darse cabal cuenta de la tragedia que se desenvolvía en el ya repetido callejón: mas habiendo cesado la esquila de llamar a las religiosas, mediante una silla pudo, la religiosa, asomarse por la arpillera, bajándose violentamente, horrorizada al ver que frente a la puerta de la casucha que ocupaba el rincón, había una larga mesa con paño de tumba, donde cuatro velas negras sostenidas en cráneos humanos, alumbraban a varias mujeres desmelenadas, que apurando en copas un brebaje misterioso, azotaban con recias disciplinas a un Santo Cristo de Marfil, que tendido sobre aquella triste y sacrílega mesa, parecía que con sus inconmovibles miradas suplicaba gracia y favor de aquellas brujas. 

No pudiendo contenerse la religiosa, llamó a la abadesa, que alarmada y a pesar de sus años trepó sobre la silla y al darse cuenta del sacrilegio no esperó a que amaneciera, sino que a esas horas mandó llamar al mayordomo del Convento, un respetable sacerdote, el que apenas amaneció dio noticias al Obispo de Guadalajara de lo acontecido. 
En una noche, en que ni la luna se atrevía a atisbar por aquellos tétricos sitios, se despertó alarmada la religiosa encargada de las novicias a causa de los gritos y blasfemias que se escapaban de aquel antro de tinieblas. Como en ese momento la esquilita capuchina tocaba a maitines, a las doce de la noche, la maestra del noviciado no pudo darse cabal cuenta de la tragedia que se desenvolvía en el ya repetido callejón: mas habiendo cesado la esquila de llamar a las religiosas, mediante una silla pudo, la religiosa, asomarse por la arpillera, bajándose violentamente, horrorizada al ver que frente a la puerta de la casucha que ocupaba el rincón, había una larga mesa con paño de tumba, donde cuatro velas negras sostenidas en cráneos humanos, alumbraban a varias mujeres desmelenadas, que apurando en copas un brebaje misterioso, azotaban con recias disciplinas a un Santo Cristo de Marfil, que tendido sobre aquella triste y sacrílega mesa, parecía que con sus inconmovibles miradas suplicaba gracia y favor de aquellas brujas. 

No pudiendo contenerse la religiosa, llamó a la abadesa, que alarmada y a pesar de sus años trepó sobre la silla y al darse cuenta del sacrilegio no esperó a que amaneciera, sino que a esas horas mandó llamar al mayordomo del Convento, un respetable sacerdote, el que apenas amaneció dio noticias al Obispo de Guadalajara de lo acontecido. 

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